Lic. Rodrigo Lisarazú
Borda
Las aulas son
sitios en los que es posible descubrir, transmitir y/o desarrollar
conocimientos. Éstos, tienen una
estrecha relación con el tipo de información que se despliega, rescata y trata,
es decir, mientras mayor información de calidad rescatemos, analizamos,
interpretamos y evaluamos, mayores posibilidades de lograr conocimientos
verdaderos y útiles tendremos.
Entonces, el
primer requisito para la obtención y el tratamiento de la información es la
atención o predisposición a escuchar. Escuchar no es lo mismo que oír, oír es
usar el sentido físico del oído, en tanto que escuchar implica un oír con la
mente. El escuchar es indefectiblemente necesario para captar y comprender ideas
relevantes, razones sobresalientes, argumentos y procedimientos complejos.
Puede que
sorprenda saber que la ciencia ya ha demostrado que la atención humana es menos
eficiente en la medida en la que la persona se “concentra en varias labores”, un
ejemplo de ello es que la posibilidad de un accidente de tránsito se
incrementan cinco veces si el conductor está tratando de atender una
conversación telefónica y/o escuchando música, ¿cuál será la probabilidad de
“generar un accidente de comprensión” en el aula cuando no estamos prestando la
necesaria atención a la información desarrollada? La respuesta no la sé, pero
la experiencia me demuestra que los estudiantes que no prestan la debida
atención tampoco logran una suficiente comprensión y/o aprendizaje.
El segundo
requisito tiene que ver con pausar el desarrollo de la clase. Los seres humanos
tenemos varios tipos de memoria, aquí me referiré a dos modos básicos: la
memoria a corto y la memoria a largo plazo. La memoria a corto plazo se encarga
de recolectar datos y, en tanto éstos sean verdaderamente importantes e
interesantes pasan a la memoria a largo plazo. El problema en las aulas está en
que muchas veces solo usamos la memoria a corto plazo y lamentablemente ésta funciona
como lo hace la memoria ram de las computadoras, es decir, para retener un
nuevo dato se limpia o libera datos anteriores que no han pasado a la memoria
de largo plazo, entonces, en una clase no es de extrañar que pasados treinta
minutos hayamos olvidado casi por completo lo que escuchamos en los primeros veinte.
Por lo anterior, es importante pausar la clase y afianzar en la memoria de
largo plazo las informaciones relevantes, la forma más productiva de hacerlo es
dialogando (pensando en colectivo) y generando ejemplos sobre la información
desarrollada.
Sin embargo en
las aulas algunos docentes nos entusiasmamos en el desarrollo de la información
y nos cuesta mucho pausar, por otro lado, muchos de los estudiantes temen
detener el avance para solicitar ejemplos que afiancen la información en la
memoria a largo plazo. La recomendación para los estudiantes es: en cuanto
sientan que un dato no está siendo bien comprendido, se está disipando o se
está iniciando el desarrollo de otro dato, ¡detengan sin temor el avance de la
clase, anímense a pedir y a proponer explicaciones propias y ejemplos, aunque
sean fallidos! Por otro lado, los docentes debemos ser pacientes con la asimilación
de la información, tolerantes con las peticiones de ejemplos y sobre todo, no debemos
tratar de responder a todo como si fuésemos enciclopedias, sino alentar al
diálogo comunitario en el aula ya que la experiencia del diálogo (en cuanto
encuentro de logos o razones) tiene muchas posibilidades de ser una experiencia
que genera situaciones (ejemplos) interesantemente compartidas y es por demás
cierto que lo interesante y compartido es muchas veces algo que se fija como
memorable.
El tercer
requisito consiste en el análisis, la interpretación y la evaluación de la
información. En los laboratorios bioquímicos al analizar nuestra sangre se nos
extrae una muestra (un todo) y a través procesos químicos se la descompone para
estudiar sus partes, medir sus componentes, comprender y hasta evaluar el desarrollo
de una enfermedad o el funcionamiento de un medicamento. En las aulas los
estudiantes deben exigir el análisis o descomposición minuciosa de la
información y a la vez deben animarse a interpretar, es decir, a explicar con
sus propias palabras la comprensión lograda de los datos o información
adquirida, para finalmente, evaluar la veracidad, utilidad y aplicabilidad de
la información. Este tercer requisito es indispensable porque en ello nos
jugamos nuestra formación académica y profesional, en otras palabras, el
estudiante no debe esperar que el docente inicie estos procesos con la
información, sino es el estudiante, responsable con su propia formación, el que
debe exigir y disfrutar el profundo tratamiento de ésta.
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